¿Más abandono del Patrimonio de Castilla y León?
La revista Más Castilla y León nos publica un nuevo texto en el que abordamos la estrategia que los gestores del Patrimonio de la Junta de Castilla y León están planteando para esta comunidad autónoma.
Reproducimos aquí estas líneas que abundan, tristemente, en la desesperanza.
Dice la prensa seria algo así: la Junta de Castilla y León va a apostar, en su financiación a monumentos, por insuflar fondos a aquellos con son Bien de Interés Cultural que ya funcionan, y no lo va a hacer con aquellos que no tienen esa categoría y -además- no atraen curiosidad turística. O sea, que no funcionan.
Para poner ejemplos rápidos: Atapuerca sí -BIC, Patrimonio de la Humanidad-, la iglesia románica de San Julián y Santa Basilisa de Bárcena de Bureba, un pueblo abandonado de la provincia de Burgos, no.
Hay que priorizar y tenemos tanto patrimonio que lo tenemos que someter a triaje: lo sano lo mantenemos, a lo poco enfermo lo ayudamos y a lo que está grave le decimos adiós y lo dejamos a su (mala) suerte.
Alguna vivencia. La casualidad y radio emitieron noticias preocupantes para aquel incipiente equipo de Atapuerca de los primeros años 90. La Junta, contaba el noticiero, se estaba planteando cortar su financiación a las excavaciones de entonces. Estaban ofreciendo unos resultados “flojetes” en registros arqueológicos ya conocidos.
En lo que, a mi personal juicio, fue un hábil cambio de estrategia en la excavación, se propiciaron poco después los hallazgos de Antecessor, y desde el final del siglo XX hasta hoy el programa de investigación en la Sierra de Atapuerca ha proporcionado una comprensión mejor de lo que aquellos vestigios poco valorados escondían: la expresión de una realidad histórica muy compleja, rica y variada. Pero íbamos a dejar morir el proyecto anulando su financiación pública.
Esto no es nuevo. Cuando uno cursaba EGB uno de nuestros maestros contaba que había salido en prensa -allá por los años 60 de los Beatles- que “los americanos” iban a comprar una de nuestras catedrales, tenían previsto desmontarla y llevársela allende los mares para dar color a algún lugar de los Estados Unidos.
El estado de abandono de aquella sede religiosa hacía difícil que aguantase en pie mucho más tiempo, y parecía buena idea colocársela al Mr. Marshall de turno. Aquello fue un “fake”, un bulo de un periodista local preocupado por su patrimonio. Y consiguió su objetivo y la respuesta popular activó la rehabilitación de aquel edificio.
En cuanto al criterio para otorgar la categoría de BIC la cuestión es muy peculiar. Paradójicamente la velocidad a la que se resuelven positivamente algunos expedientes -véase la famosa Pirámide- contrasta con la decidida negación a otros lugares.
Ese yacimiento “del que usted me habla” a veces en esta sección obtuvo un ‘no’ a una petición fundamentada allá por la década de 2010: un castro del final de la Edad del Hierro I, que da paso a un oppidum autrigón, con dos murallas y 22 hectáreas construidas, con una urbs romana, de otras 24 hectáreas, amén de otras virtudes, no parece digno de estar en la lista de los buenos.
Fíjense que lo que hemos contado aquí no es una decisión coyuntural: es un posible patrón de incapacidad de gestión de un patrimonio ingente, combinado con una desidia desoladora.
Hace unos años, un profesor universitario, con determinadas responsabilidades lingüísticas, glosaba lo estupenda que era una institución cultural de Castilla y León. Decía, citando de memoria, que era como esa ermita románica que te encontrabas en la soledad y hermosura del bosque. Probablemente esa ermita ya no exista.